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Contra la violencia la inteligencia (IV)
Esta Parte III implicaba así, a la educación en ese proceso de socialización, de reconstrucción continua de la experiencia en una sociedad que cambia, y que tiene el ideal del cambio, donde aquella poseerá métodos y normas diferentes de aquella educación que aspira simplemente a la perpetuación de sus propias costumbres.
La educación como función social contribuirá a la formación de esa semejanza común- esa inteligencia común -, es decir, objetivos, creencias, aspiraciones, conocimientos, que es lo que han de poseer en común esa sociedad ó comunidad recién formada ó en vías de formación.
Una sociedad en donde el interés común entre gobernados y gobernantes es el temor y el miedo, está actuando de manera unilateral, restringida, en donde el binomio estímulo- respuesta, así producido, es excesivamente unilateral. Al evocar el miedo y la esperanza de recompensas específicas tangibles, digamos, - la comodidad y el confort- se dejan intactas muchas otras capacidades. Hay en esto una dificultad real, y es que la apelación al temor esté aislada. En estas condiciones no se da un número extenso de intereses, no hay un libre juego de avance y retroceso entre los miembros del grupo social. Pues para tener un gran número de valores en común, todos los miembros del grupo deben poseer una oportunidad equitativa para recibir y tomar de los demás. Debe haber una gran diversidad de empresas y experiencias compartidas. Por el contrario, la falta de intercambio libre y equitativo que surge de una variedad de intereses compartidos, desequilibra los estímulos intelectuales.
El aislamiento y la exclusividad de una banda ó un círculo restringido, ponen de manifiesto su espíritu antisocial. Pero este mismo espíritu se encuentra dondequiera que un grupo tenga « sus intereses propios », que le aíslan de la plena interacción con otros grupos, de suerte que su propósito predominante es la protección de lo que ha adquirido, en vez de la reorganización y progreso mediante relaciones más amplias.
El punto esencial es que el aislamiento produce la estructura formal y rígida de la vida, los ideales estáticos y egoístas dentro del grupo.
Es común decir que una vida mental despierta y expansiva, depende de ampliar el campo de contacto con el ambiente físico. Pero el principio se aplica de manera más significativa al campo que tendemos a ignorar, es decir, a la esfera de los contactos sociales.
Toda era expansiva de la humanidad ha coincidido con la actuación de factores que han facilitado eliminar la distancia entre los pueblos y las clases anteriores alejados unos de otros.
Pilar Cataño
ALDESOC-MADRID