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Contra la violencia la inteligencia (II)


Dicho lo anterior, y antes de entrar en el debate que nos propone el buen amigo del que les hablo, voy a tratar de aportar más elementos a la reflexión de hace unos días, a complementarla y/o ampliarla.

En el documento anterior hice referencia a unos conceptos, sobre los que a mi entender, se han cimentado las estructuras educativo culturales y socio políticas colombianas, más propias de la época de la independencia que de la actual, y sobre las que se quiere reconstruir el nuevo estado colombiano, y a la falta de formación de un pensamiento nuevo del que obstinadamente se quiere prescindir, para la fundamentación del nuevo estado y la sociedad colombianas a los que aspiramos y deseamos tod@s.

También me refería a que estos conceptos han estado caracterizados por una cultura de la violencia intrínseca, extrínseca y de entorno, hasta devenir en un rasgo “que convive con nuestra identidad”.

Pero abría un espacio de legítima aspiración, igualmente, cuando hacía un llamado a los intelectuales y al resto de sociedad civil para promover desde la misma sociedad civil las nuevas ideas que habrán de crear las nuevas bases para la reconstrucción de ese estado y sociedad a los que aspiran todos los colombianos.

Pues bien, es en este sentido que quiero dirigir estas líneas. Profundizar un poco más, con la ayuda y complementación de Uds., a poder ser, en la concienciación sobre la persistencia que se tiene en mantener estas viejas estructuras, utilizándolas como base para edificar el nuevo concepto de estado y de sociedad colombianos, siendo que en realidad las estructuras del estado colombiano vigente permanecen invariables, inamovibles, por lo tanto, ya no se ajustan a las medidas de la sociedad colombiana actual. Tampoco valen los paños de agua caliente con los que quieren tapar, que no curar las heridas centenarias, de nuestra sociedad colombiana los actores sociales actuales del conflicto, jugándose a los dados el territorio, la vida y la dignidad de los colombianos al involucrarlos en el conflicto desatado por esos mismos actores sociales.

Los partidos políticos tradicionales que sustentan a las instituciones estatales tal como las tenemos hoy en día, entran en contradicción con la reconstrucción de un nuevo estado colombiano, pues ya no se adaptan a las nuevas necesidades, a la complejidad del mundo actual y a las demandas de los nuevos colombianos.

El estado colombiano mantiene una superestructura política e ideológica cuyos orígenes se remontan a la época de la colonización española, que continuó durante la independencia, y que perdura inalterable hasta nuestros días. Este es un rasgo que no podemos omitir a la hora de tratar con la forma actual del estado colombiano y con la que deseamos que posea en el futuro.

Nadie duda de la legitimidad de la constitución del estado colombiano a partir de la declaración de la independencia de 1810. Nadie puede poner en duda la gesta heroica de quienes combatieron en ese momento histórico para fundar una república independiente y un sistema de estado que la representara. Tampoco de la legitimidad de aquellos partidos políticos surgidos al calor de la declaración de Colombia como república independiente así como de las diversas corrientes de opinión que se han sucedido posteriormente.

Lo que está claro es que a los colombianos nos urge un nuevo sistema que de paso a un nuevo estado moderno, justo y democrático que nos represente, que sea capaz de acometer reformas económicas, educativas, sociales y políticas con profundidad, legitimado por la sociedad civil y refrendado por una nueva ciudadanía.

Naturalmente para construir esta nueva sociedad que de origen a un nuevo sistema de estado, se necesita de una transición. Una transición del sistema (actual) a otro sistema moderno, justo y democrático.

Esta tarea de transformación y democratización del estado, es decir, esta transición, no puede realizarla el gobierno actual ni los que pretenden entrar a formar parte de éste utilizando la fuerza de la violencia contra la población.

La transformación del estado colombiano no puede tener de referente ninguna de las conocidas “revoluciones”, sino un referente de CONSENSO DE RUPTURA con el viejo modelo de estado, un referente de autonomías para resolver mejor y sin más trauma el tema de “las zonas de despeje”, una “concesión” sobre el territorio nacional que plantean los grupos guerrilleros.

Este proceso de transformación requiere de un consenso sobre lo COMÚN y de un PACTO DE NO-AGRESIÓN Y DE ACUERDOS con todos los actores sociales del conflicto.

Es evidente que este Consenso debe incluir a todos los actores sociales del conflicto. Lo mismo que las reformas que se deriven de este Consenso deben afectar al estado y a todas las instituciones e instancias que pretenden o que deben participar en la construcción de un sistema nuevo, moderno y democrático en Colombia.

Es también evidente que una transformación así no la puede hacer los partidos políticos tal como existen actualmente. Una transformación así necesita de partidos nuevos, renovados y democráticos.

Es necesario, pues, reconstruir el estado de derecho y para ello es esencial que la sociedad civil asuma el protagonismo social y político que le corresponde. Desarrolle la capacidad de participación bajo cualquiera de las formas en las que esté organizada y constituya la base de un nuevo sistema democrático, equitativo, progresado y justo.

Este proceso de democratización del estado se enfrenta con opciones extremistas y extorsionadoras y con opciones tradicionistas inmovilistas..

La democracia no es solo una forma de gobernar. Es ante todo una forma de vida y una comunicación entre los grupos humanos. Lo que quiere decir, que no basta con Acciones más o menos de buena voluntad o con Planes exhaustivos sobre lo que se necesita, se quiere hacer o se pretende hacer, puesto que no serán ni los unos ni los otros los más adecuados para llevar a cabo el proceso de transición del sistema vigente actual a otro moderno, nuevo y democrático. Solo en y desde la sociedad civil podrá surgir el nuevo sistema que lidere los cambios y reformas integrales y profundos que Colombia necesita y que ya no pueden postergarse por más tiempo.

Entonces, solo en y desde los diversos grupos asociados podremos conceptuar una nueva forma de gobernar y de ordenar nuestra vida civil publica y privada, y restablecer en toda regla un estado de derecho que garantice las libertades civiles, el respeto a los derechos humanos, la educación para todos, el respeto a la diversidad cultural, la convivencia nacional y la paz con bienestar social.

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