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Maestros sin indiferencia

Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa. Los hombres necesitan que nuestra voz se sume a sus reclamos. Detesto la resignación que pregonan los conformistas ya que no es suyo el sacrificio, ni el de su familia. Con pavor he pensado en la posibilidad de que, como esas virulentas enfermedades de los siglos pasados, la impunidad y la corrupción lleguen a instalarse en la sociedad como parte de una realidad a la que nos debamos acostumbrar. ¿Cómo hemos llegado a esta degeneración de los valores en la vida social ? Cuando fuimos niños aprendimos el comportamiento viendo a los hombres que simplemente cumplían con el deber –una expresión hoy en desuso- esperando recibir una recompensa digna por su trabajo, pero que nunca hubieran aceptado ningún soborno. Eran personas con dignidad : no se hubieran metido en el bolsillo lo que no les correspondiera, ni hubieran aceptado sobornos ni bajezas semejantes. Recuerdo que mi padre perdió su molino harinero por un crédito al que se había comprometido de palabra. Desde luego, para él significó un inmenso dolor. Pero hubiera sido indigno de un verdadero hombre evadir su responsabilidad, ese sentimiento del honor le daba fuerzas y vivía en paz. ¡Que decir de lo que fueron alguna vez los sindicatos ! Casi con candor recuerdo la anécdota de aquel hombre que se desvaneció en la calle y, cuando fue reanimado, quienes lo socorrieron le preguntaron cómo no se había comprado algo de comer con el dinero que llevaba en su bolsillo, a lo que aquel ser humano maravilloso respondió que ese dinero era del sindicato. No es que en ese entonces no hubiera corrupción, pero existía un sentido del honor que la gente era capaz de defender con su propia conducta. Y robar las arcas de la Nación, las que deben atender al bien común, era de lo peor. Y lo sigue siendo. Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores delante de los niños. ¡Ésta es la gran obscenidad ! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal ? Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre las demás. Pero no debemos equivocarnos, la competencia es una guerra no armada y, al igual que aquélla, tiene como base un individualismo que nos separa de los demás, contra quienes combatimos....

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